CINE Y RECUERDOS EN EL BICENTENARIO DE SARMIENTO

GENTILEZA AMBITO FINANCIERO
Desde el inolvidable trabajo de Enrique Muiño en «Su mejor alumno» (1944) se lo evocó pocas veces más



Por: Paraná Sendrós


Hasta el momento, el actor sanjuanino Boy Segovia fue el último en encarnar en cine a Sarmiento, de quien hoy se cumplen 200 años de su nacimiento.


No figura en el actual calendario escolar, pero hoy es el Bicentenario de Domingo Faustino Sarmiento, el Maestro de América, según lo recuerdan todavía en Chile y Colombia. Nuestro cine supo evocarlo algunas veces.

La primera y más famosa, «Su mejor alumno», de Lucas Demare, 1944, con Enrique Muiño en el papel principal («¡Es igualito al abuelo!», exclamaron las nietas en la premiere), Orestes Caviglia como Bartolomé Mitre, y un joven Ángel Magaña como su hijo. Precisamente, los guionistas Homero Manzi y Ulises Petit de Murat se basaron en el libro de memorias «Vida de Dominguito», con que el sanjuanino recuerda a su hijo muerto a los 21 años en la Batalla de Curupaytí junto a otros 9.000 soldados. La película reconstruye muy bien esa masacre, que llega luego de varios momentos de comedia, romance, y énfasis patriótico.

Con Almafuerte

En 1949 Juan Bono hizo un Sarmiento menos imperativo en una escena de «Almafuerte», de Luis César Amadori, con un impagable Narciso Ibáñez Menta en el papel de Pedro B. Palacios, alias Almafuerte, maestro sin título y poeta sin olvido. El protagonista ha levantado una escuela rancho, está hablando a sus chicos sobre los grandes hombres de la Patria, y justo aparece Sarmiento para decirle que él es uno de ellos. El guión era de Belisario García Villar y otro poeta, Pedro Miguel Obligado.

En 1950 Muiño reapareció como Sarmiento en una escena de «Escuela de campeones», de Ralph Pappier, el director anglo-argentino nacido en Hong-Kong. Con Georges Rigaud y Silvana Roth, el film rinde tributo al profesor Alexander Watson Hutton, padre del fútbol argentino, el club Alumni y la English High School que dirigía con su esposa cuando Sarmiento ya era presidente de la República y alentaba la integración del estudio con el juego y el deporte en las escuelas. De nuevo, Manzi escribió el guión, esta vez junto al ex alumno Ernesto Escobar Bavio, autor de «El football en el Río de la Plata», publicado en 1923. Estas dos películas servían gustosamente al propósito de exaltar a los maestros, empezando por el propio Sarmiento, en lo que coincidían con las pautas oficiales del primer gobierno peronista. Nadie entonces hablaba mal de Sarmiento. La primera humorada que registra nuestro cine aparece recién en «Shunko», de Lautaro Murúa, 1960. Niños de una escuela rural son llevados a la capital de la provincia para un aburrido acto escolar, y uno de ellos, mirando medio asustado el clásico busto, hace una observación sobre el «viejo trompudo». Pero el film sigue siendo un elogio de la labor docente. Lo escribió Augusto Roa Bastos, en base a las memorias del cuentista Jorge W. Abalos, antiguo maestro en los montes santiagueños (detalle interesante, el director era chileno y el guionista paraguayo).

Después pasarían años, y hasta décadas. El nombre de Sarmiento reaparece recién en el documental «1420. La aventura de educar», de Raúl Tosso, 2004, filmado en EE.UU. y el interior, sobre los comienzos de la educación pública y estatal en nuestro país, y la vida de las famosas maestras norteamericanas, alguna de las cuales debió ser enterrada fuera de «camposanto» porque era protestante. Y en la reciente comedia biográfica «Sarmiento, un acto inolvidable», de Pepe de la Colina, 2010, producción enteramente sanjuanina donde el ilustre prócer «resucita», enfrenta algunas acusaciones actuales, toma el micrófono en una escuela y le manda unos buenos palos a medio mundo, empezando por maestras y padres de alumnos. Protagonista, Boy Segovia, notablemente parecido, muy bueno y con un aporte que ningún actor anterior había podido hacer. En esta versión, Sarmiento sonríe.






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